La apasionada actriz Marina Castillo da vida a Trinity, una muchacha
que anunció un día a su familia que no volvería a sonreír para luego
despojarse de todo lo material. Ezequiel Matzkin dirige este nuevo
unipersonal irreal desplegando todos sus dotes para el arte de la
alocución en escena; su personaje, dueña de una voz florida, establece
un dialogo impecable con el publico articulando las voces de los
diferentes personajes que atravesaron su vida: en especial su
afrancesada madre.
Castillo, única actriz y co-autora de la pieza, trabaja con un
excelente apoyo escenográfico, un marco movible que justamente trata de
contener todo lo que esta figura tiene para decir; vacía de palabras
maternales, Trinity decide cobrar venganza: aquellos objetos, los
palpables, los más fáciles, los tácitos, los que están dentro, saldrían
de su alcoba uno a uno. Y asi el público comienza a imaginar esa casona
repleta de barroco, incluyendo a una niña que ya a temprana edad
comprendió que representaba y que quería. Las interpretaciones de
Castillo son impecables: el especialista, luego devenido en padrastro,
se personifica para avisarle a su madre que Trinity está muerta en vida;
la madre, más interesada en las posesiones que en su propia familia, se
hace oír pero no llega al corazón de su hija.
El vestuario, cuidadosamente seleccionado, acompaña el manifiesto de
la niña/mujer: quien intenta (y logra) traducir su febril pensamiento,
saliendo así a la luz su deseo, lo oculto y erótico, siempre voluptuoso,
siempre atropellado. Así es Trinity, a quien la libertad le costó la
cordura, perdió a su amor y solo le queda ese cuarto, sin las rosas
azules, sin una caricia maternal.
Las Lagrimas que me Tragué, invita a reflexionar muy
por fuera del mundo material, haciendo un esfuerzo por imaginar que es
realmente necesario y que no...
El arriesgado texto es fruto del trabajo de Castillo y Matzkin, este
ultimo ya supo hacer brillar a Analia Sanchez compartiendo la autoria de
Tu Ausencia Animal, unipersonal también, donde una
mujer espera a un hombre, el único que le hizo conocer el amor (lo que
ella entiende por amor). Ambas piezas comparten la linea de la mujer
surrealista, verborragica: con una excelente articulación de los cómico y
lo dramático en escena. Sin duda la habilidad de Matskin para elaborar
imágenes intensas y colmadas de sentidos, junto con la versatilidad de
Castillo dan como resultado una pieza única e imperdible.
JULIA PANIGAZZI
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