domingo, 21 de octubre de 2012

CRITICA A SALA LLENA

La apasionada actriz Marina Castillo da vida a Trinity, una muchacha que anunció un día a su familia que no volvería a sonreír para luego despojarse de todo lo material. Ezequiel Matzkin dirige este nuevo unipersonal irreal desplegando todos sus dotes para el arte de la alocución en escena; su personaje, dueña de una voz florida, establece un dialogo impecable con el publico articulando las voces de los diferentes personajes que atravesaron su vida: en especial su afrancesada madre.
Castillo, única actriz y co-autora de la pieza, trabaja con un excelente apoyo escenográfico, un marco movible que justamente trata de contener todo lo que esta figura tiene para decir; vacía de palabras maternales, Trinity decide cobrar venganza: aquellos objetos, los palpables, los más fáciles, los tácitos, los que están dentro, saldrían de su alcoba uno a uno. Y asi el público comienza a imaginar esa casona repleta de barroco, incluyendo a una niña que ya a temprana edad comprendió que representaba y que quería. Las interpretaciones de Castillo son impecables: el especialista, luego devenido en padrastro, se personifica para avisarle a su madre que Trinity está muerta en vida; la madre, más interesada en las posesiones que en su propia familia, se hace oír pero no llega al corazón de su hija.

El vestuario, cuidadosamente seleccionado, acompaña el manifiesto de la niña/mujer: quien intenta (y logra) traducir su febril pensamiento, saliendo así a la luz su deseo, lo oculto y erótico, siempre voluptuoso, siempre atropellado. Así es Trinity, a quien la  libertad le costó la cordura, perdió a su amor y solo le queda ese cuarto, sin las rosas azules, sin una caricia maternal.
Las Lagrimas que me Tragué, invita a reflexionar muy por fuera del mundo material, haciendo un esfuerzo por imaginar que es realmente necesario y que no...
El arriesgado texto es fruto del trabajo de Castillo y Matzkin, este ultimo ya supo hacer brillar a Analia Sanchez compartiendo la autoria de Tu Ausencia Animal, unipersonal también, donde una mujer espera a un hombre, el único que le hizo conocer el amor (lo que ella entiende por amor). Ambas piezas comparten la linea de la mujer surrealista, verborragica: con una excelente articulación de los cómico y lo dramático en escena. Sin duda la habilidad de Matskin para elaborar imágenes intensas y colmadas de sentidos, junto con la versatilidad de Castillo dan como resultado una pieza única e imperdible.

JULIA PANIGAZZI

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