Las
lágrimas que me tragué es un unipersonal que habla sobre la decadencia
de un ser humano a quien la sociedad consumista y portadora del “deber
ser”, le explotó por los poros de la piel.
Ella
es Trinity, mujer y niña a la vez. De chica le dijo a su madre que no
volvería a sonreír y cumplió con su promesa. Pero para sentir, no hacen
falta las risas o las lágrimas, porque las emociones están ahí, ahí
adentro, pese a que a veces inunden los cuerpos hasta hacerlos desbordar
como a ella. Un poco cínica, bordeando la razón o la locura y amante de
los extremos, demuestra que nada le importa aunque todo le importa. Su
objetivo es despojarse de todos los objetos materiales que la rodean.
Marina Castillo interpreta a Trinity y lleva el unipersonal con soltura.
No dice las palabras, pareciera que las canta, que el encadenamiento de
ellas conforman uno de esos tangos que le preguntan a la vida el por
qué del sufrimiento. Es graciosa y sorprende a un público desprevenido.
Es cierto que quizás hay recursos para hacer reír que son utilizados en
exceso, aunque quizás esto tenga que ver con la decadencia del
personaje. La puesta en escena y el vestuario ayudan a construir un
mundo que se mueve entre la tragedia y la comedia.
En Las lágrimas que me tragué Trinity nos cuenta su vida y nos invita a escucharla. Su afrancesada madre, el médico que la diagnosticó “muerta en vida” y las heridas causadas por el simple hecho de estar vivo, son parte de un mundo melancólico, depresivo y de locura, en el que ella siempre estuvo inmersa.
Este es un unipersonal para que el público disfrute esa pequeña porción de vida que la protagonista les regala. Más que resolver, siembra dudas y el espectador se irá con más preguntas que respuestas: ¿Quién es ella? ¿Qué le pasó? Las lágrimas que me tragué es inconclusa e incierta, porque Trinity lo es.
En Las lágrimas que me tragué Trinity nos cuenta su vida y nos invita a escucharla. Su afrancesada madre, el médico que la diagnosticó “muerta en vida” y las heridas causadas por el simple hecho de estar vivo, son parte de un mundo melancólico, depresivo y de locura, en el que ella siempre estuvo inmersa.
Este es un unipersonal para que el público disfrute esa pequeña porción de vida que la protagonista les regala. Más que resolver, siembra dudas y el espectador se irá con más preguntas que respuestas: ¿Quién es ella? ¿Qué le pasó? Las lágrimas que me tragué es inconclusa e incierta, porque Trinity lo es.
Bárbara Reinhold
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